MADRID
Esa luz impoluta y sencilla
privilegio de encinas y trigales
penetra en mi ciudad
y se adueña de ella
alguna tarde, alguna primavera,
y la hace soñarse
mediterránea y marinera
y ancla sus rectilíneos navíos
en los malecones
de sus leves aceras.
Yo la conozco airosa y cercana.
Enjoyada y coqueta,
íntimamente infinita
y, cuando amanecida
me saluda de nuevo
la llamo cuna,
cantera impura.
Trigal violado.
Puerto de altura,
nido de águilas,
casa de todos y de nadie
patio aforado.
Madrid señora y señorial,
prostituta, nunca virgen.
Final, fanal, testigo insigne.
Y la hago mía, hasta las heces.
Desde la primera luz
que vieron mis ojos, ya
para siempre en mi retina,
esa luz impoluta y sencilla,
privilegio de encinas y trigales
y de mi Madrid sencillo y andariego
en un rincón de mi memoria,
para siempre, a salvo del olvido.