Hoy me encuentro con un verso

anclado en una esquina

como un mendigo gris,

 meditabundo,

suplicando un trozo de pan

o un dios absurdo

para explicar tanto desatino,

o llenar al menos la panza,

dulce náusea,

con el trigo cruel

 de la piedad ajena

 

Hoy me encuentro

tus rastros en la arena

cansada de mi pelo,

con la realidad callada

del tiempo que se muere,

 del grito que entierro

al lado de la almohada,

hombro amigo

que también calla

 

Hoy me encuentro

 

       como si fuera posible perderla –

 

con la crueldad y la dulzura juntas:

con la vida.

 

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